martes, 8 de mayo de 2012

Evolucion historica de los metales en la prehistoria

Evolución histórica de los metales en la prehistoria.

Al buscar piedras para fabricar sus joyas, los hombres se sintieron atraídos por el brillo de los cuarzos auríferos, el resplandor de las azuritas o el verde de las malaquitas. Probablemente fue en los torrentes donde encontraron fragmentos de metales cuyas propiedades pudieron comprobar fácilmente: el oro y el cobre se moldean fácilmente, a golpes, permitiendo fabricar toda clase de adornos, agujas, brazaletes o collares, por ejemplo.
El descubrimiento del metal: El hombre neolítico descubrió enseguida la posibilidad de utilizar otros materiales, además de la piedra. La arqueología ha descubierto, al noroeste del actual Irak, un colgante de cobre de 9.300 años antes de nuestra Era. A partir del VI milenio, el metal empieza a influir considerablemente en la civilización. Se inicia entonces un nuevo periodo de la evolución de la Humanidad, determinado por el avance de la metalurgia: la Edad del Cobre, la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. ¿Trabajó el hombre primero el oro? Puede ser, pero el cobre es el primer  metal que se explotó con fines utilitarios y que se transformó en armas y utensilios.
Estos logros se suceden con enormes diferencias de tiempo entre un foco de civilización y otro. Los hombres de Anatolia, por ejemplo, daban forma al nro y al cobre hacia el 6500 a.C., pero esta técnica no surge hasta el V milenio en Irán y en Turkmenistán, en el IV milenio en Egipto, Mesopotamia y Palestina, y en el III milenio en Siberia y Europa Occidental. El trabajo del hierro surge, según el lugar, entre el III y el I milenio.
Nacimiento de la metalurgia: Durante varios miles de años, el hombre trabajó el cobre en estado puro en frío, martilleándolo y cincelándolo. Luego descubrió que podía extraer el metal del mineral, por fusión, observando posiblemente las huellas de cobre que quedaban al cocer los polvos de óxidos de cobre con qua los alfareros pintaban sus obras para teñirlas de azul. El moldeado en caliente del metal obtenido le permitirá realizar herramientas más eficaces y elaboradas.
Poco a poco, los hombres aprenden a colar el bronce en moldes que permitían dejar un hueco en el instrumento a fabricar con ellos (para obtener por ejemplo hachas con hueco para el mango) e inventan el procedimiento de la cera perdida. El avance de la metalurgia va unido al perfeccionamiento de los hornos, indispensables para alcanzar las temperaturas necesarias que requiere el trabajo del metal. En este perfeccionamiento no hay que despreciar el papel que tuvieron los alfareros.
Una nueva jerarquía social: La metalurgia no cambió totalmente la vida cotidiana de los hombres del Neolítico, que continuaron tallando la piedra y alcanzaron incluso una perfección extraordinaria con la miniaturización de las puntas de flecha; quienes tallaban la piedra trataron de imitar las herramientas en bronce. Por el contrario, la organización social experimentaba cambios importantes: el metal confiere a quienes saben trabajarlo y a quienes lo utilizan como arma, un poder mayor sobre las comunidades circundantes. Los herreros, al dominar el fuego que transforma la materia y al conocer los «secretos de la forja», se aureolaban de poderes mágicos similares a los de los brujos.
Temidos y admirados al mismo tiempo por los campesinos, tienden a formar una casta aparte, iniciando sólo a sus hijos en el arte de la metalurgia. Les protegía una poderosa aristocracia guerrera que la domesticación del caballo había transformado en caballeros armados con espadas y a quienes el desarrollo de las técnicas de la madera y de la rueda dotará de carros de combate. Los campesinos se beneficiaban también del trabajo de los herreros: el arado de reja lastrada de metal  más pesado, permite cultivar mejor la tierra, y la hoz facilita la siega.
El metal y el auge de los intercambios: Con el bronce y el hierro también se intercambian minerales, lingotes o productos acabados. En torno a los metales y la explotación de las minas, lejanas a veces, se desarrolla un comercio. La creciente demanda de metales por parte de cretenses y micénicos, por ejemplo, estimula la explotación de las minas de Europa Central y de España. Al mismo tiempo se difunden las técnicas hacia el Este: los pueblos del valle del Indo trabajan el cobre y dominan las aleaciones entre 2.500 y 2.000 años antes de nuestra Era. El moldeado del bronce se desarrolla en China en el II milenio, no sabemos si introducido por los herreros extranjeros o descubierto por los alfareros; lo importante es que aquí no hay Edad del Cobre.

EL Hierro. 
El hierro es el segundo metal más común en la corteza terrestre (sólo el aluminio abunda más), pero siempre se presenta combinado con otras sustancias. No se halla en forma metálica libre, salvo en algunos meteoritos, que no pertenecen a la Tierra sino que caen en ella desde el firmamento.
Algunos meteoritos fueron encontrados ocasionalmente por los antiguos, y utilizados desde los albores de la civilización. Comparado con el oro, la plata y el cobre, el aspecto del hierro es feo, pero el de origen meteórico se revelaba más duro y resistente que el bronce. Como se conservaba afilado más tiempo que ese metal, comenzó a ser muy apreciado para manufacturar las partes cortantes de las herramientas.
El resultado es que no se ha encontrado hierro meteórico en los lugares donde florecieron las civilizaciones primitivas, pues los antiguos lo acapararon.
Pero no había menas de hierro. El oro, la plata, el cobre, el plomo, el estallo y, con el tiempo, el mercurio se obtenían con facilidad mediante hogueras, pero de ellas nunca salía hierro. Éste se encontraba en otras sustancias en proporción más escasa que otros metales, y se precisaba mayor temperatura.
A la larga, sin embargo, se obtuvo carbón vegetal quemando madera con un suministro insuficiente de aire, de modo que entre otras sustancias quemadas quedaba carbono más o menos puro. El carbón vegetal arde sin llama, pero alcanza temperaturas más elevadas que la leña.
Alrededor de 1500 a. J.C., los hititas de Asia Menor descubrieron que podían obtener hierro de ciertos minerales sometiéndolos al calor del carbón vegetal. Al principio, ese hierro fue decepcionante. En forma pura, es resistente, pero no tan duro como el mejor bronce. (El hierro meteórico no es hierro puro, sino una mezcla en proporción de 9 a 1 de hierro y níquel, algo que los antiguos no podían reproducir porque desconocían el níquel.)
Hacia 1200 a. J.C., sin duda por casualidad, se había descubierto que ese hierro, debidamente fundido, podía presentarse en una forma más dura. Esto sucedía cuando una parte del carbono contenido en el carbón vegetal se mezclaba con hierro para formar una aleación de hierro y carbono que llamamos acero.
Hacia 1000 a. J.C., estas formas carbonadas de hierro podían producirse en gran cantidad: empezaba la Edad del Hierro, el período en que este metal fue el más usado para armas y herramientas.


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